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miércoles, 16 de mayo de 2012

Músicos italianos en Ecuador – Settlement – Justicia – School – Justicia

Músicos transeúntes e hijos adoptivos: Italianos en Ecuador


Pablo Guerrero Gutiérrez
soymusicaecuador.blogspot.com

A mi hijo Juan Agustín

Foto del archivo del italianoZacarias D´Aniello C. Ecuador. AH-MCE.

Se ha dicho que viajar es aprender y descubrir. El conocimiento efectivamente es uno de los argumentos para encauzar la ruta a horizontes nuevos; sin embargo a esa razón se han sumado también otros afanes y necesidades, en los que se entremezclan la aventura, la codicia, la usurpación, la oportunidad, la contribución humanitaria o la gloria, entre otros múltiples derroteros que impulsan al hombre desde hace siglos, a lanzarse a otros desconocidos y lejanos lares. Separados de su patria, de su familia, muchos exploradores y viajeros han ido tras la quimera, el ideal o el reconocimiento de descubrir nuevos y fabulosos espacios, en los que evidentemente también podían encontrar, en su contraparte inmanente, la miseria, el desprecio e incluso la muerte, expresada esencialmente en el olvido.

En esta travesía histórica queremos abordar, en breve panorámica, la actuación de algunos músicos italianos que llegaron como viajeros de tránsito y de otros que arribaron para conocer e intercambiar experiencias sonoras y fueron cobijados como hijos adoptivos en nuestro suelo.

Entre los documentos remotos que aportan testimonios vivenciales están los apuntes de cronistas, exploradores y viajeros. Inicialmente nos referiremos a aquellos de nacionalidad italiana, en cuyos escritos dejaron asentadas referencias tangenciales en torno a la música de nuestras localidades. El cronista temprano Girolando Benzoni, por ejemplo, hacia 1550 nos cuenta que:
Mientras permanecí en esa provincia [Puerto Viejo], a menudo, para matar el tiempo, iba recorriendo los pueblos de indios tanto los del interior como aquellos cercanos al mar, y habiendo ingresado cierto día en una aldea llamada Chaporoto, encontré que los indios estaban en el templo, haciendo sus sacrificios; como oí tocar atambores y cantar ciertas canciones que usan, deseoso de ver entré en el templo, pero apenas los sacerdotes me divisaron, muy airados y escupiéndome a la cara, me sacaron afuera. Logré sin embargo ver un ídolo de creta bajo la forma de un tigre y dos pavos con otros pájaros que iban a ser sacrificados a sus Dioses (Benzoni, G., 1985: p 109).
Otros viajeros italianos como Mario Cicala (1718- s. XVIII?) y Victorino Brandin apuntaron en cambio su descripción de los escandalosos e inmorales fandangos, prohibidos en épocas coloniales por las cúpulas religiosas (Cicala, 1994: p. 221, 322, 352, 449; Brandin, 1938: p. 149). El italiano Juan Domingo Coleti (1727- 1798) al tratar, en su Relación inédita de la ciudad de Quito sobre los bailes en Quito (1757), advertía que:
[…] los bailes que se llaman fandangos ocupan a la gente baja, y le conducen a tales excesos de torpeza, que da horror sólo el nombrarlos, la principal razón está en la bebida continua que en estos bailes hace la plebe de aguardientes y de chicha, que es una especie de cerveza, y el mezclarse gente de ambos sexos dan ocasión a las mayores deshonestidades y a los desórdenes más abominables (Coleti, J. D, 1934: p. 34).
Mucho más adelante, Gaetano Osculati (1808-1894) por su parte registra danzantes y sacharunas en festividades indígenas (Osculati, 1960: p. 309). Enrico Festa (1868-1939) por su parte registró la festividad de una población negra del Chota, en la que describe sus instrumentos y bailes (Festa, 1993: p. 333-334). Y, entre algunos otros, Pablo Maroni (1695-1757), trae menciones de la música en la Región Oriental (Maroni, 1960, p. 259).

Interesantes resultan aquellas imágenes, no siempre libres de prejuicios, propias de visitantes de otras culturas que con ojos abismados narraban costumbres tan diferentes y que son descritas desde lo visual, sin embargo habrá que pensar cómo impresionaron las manifestaciones sonoras a los músicos visitantes, pues este tipo de viajero percibe sus impresiones más fuertemente desde lo auditivo que desde la imagen figurativa. La música indígena americana de hecho tenía una sonoridad tan diferente a la concepción occidental que muchos de los primeros colonizadores –algunos interesadamente- la calificaban de incomprensible, lúgubre, fúnebre e incluso diabólica.

Si España fue la colonizadora física de América y a fuerza sobrepuso sus valores espirituales en este Continente, fue la Europa latina y teutona -en lo musical- la que final y realmente impregnó su influjo mayor en América. Haciendo a un lado a pasodobles y zarzuelas españolas, fueron el vals, la contradanza, la mazurca, la gavota, la cuadrilla, la polca, el passpies, el minuetto, la ópera entre otros géneros de los países europeos no castellanos, que se establecieron en mayor número en los territorios americanos, dando pie también a que aparecieran versiones musicales locales.


Escena musical captada en Daule en 1919 por el fotógrafo italiano Zacarias D´Aniello C. La joven, al parecer sostiene una mandolina italiana. D´Aniello era aficionado a la música. Foto: AH-MCE.
Hay que admitir, eso sí, que el instrumento introducido vía España, que hoy es -por los materiales de construcción, afinaciones y técnica particular- considerado americano, que se mantuvo en medios musicales locales como permanencia fue la guitarra, fabuloso instrumento mediador del mestizaje musical y de la creación y la ejecución musical en América; pero, sin duda, el concepto de la música que más influenció fue el que provino de Alemania, Italia y Francia. Desde fines del siglo XVIII y más intensamente en el siglo XIX se introdujeron muchos géneros de distintos países europeos, en una especie de competencia en la que ciertamente se fue desplazando a España, quizá con la intencionalidad de constituirse en vencedores de usufructo cultural a largo plazo.

Sin embargo América no se dejó vencer. Si llegó el vals austriaco, como respuesta de creatividad y readaptación musical tuvo sus variantes propias en el vals criollo y el pasillo. Si vinieron desde Inglaterra contradanzas, aquí se hicieron habaneras y amorfinos. La ópera fue canalizada en el melodrama o en el drama lírico, Pedro Pablo Traversari[1], Sixto María Durán[2] y Filemón Proaño[3] son ejemplo de aquello. Si llegaron fandangos y rondeñas, surgieron emulaciones con variantes singulares que tras un crisol cultural vinieron a dar en música del pueblo que supo mixtificar lo ajeno, lo afuereño con lo que sentía o asumía como propio, surgieron entonces, alzas, albazos, tonadas, pasacalles, fox incaicos, tangos y otras especies nuevas que fueron conformando la fisonomía del acervo cultural americano y ecuatoriano a lo largo del tiempo. En ese mismo destino llegaron hombres con sus ideas musicales, para compartirlas y dejar su estela en la historia de la música ecuatoriana. Desde Italia llegaron varios músicos con su fantástica escuela musical en su cabeza, con sus instrumentos y partituras bajo el brazo.

Hemos hecho notar ya, que antes de culminar la época colonial algunos italianos estuvieron por estas tierras, pero en lo que se refiere a músicos, solo es luego de la Independencia que se tienen noticias más concretas de su paso y permanencia. Las obras transcritas, en papeles musicales, se dispersan mucho más lejos y rápido que las personas, por ello hay que decir que previamente a que llegaran los músicos italianos nos llegó, con alguna antelación, su música. Seguramente traída en fojas religiosas pautadas, en la voz de cantantes o de instrumentistas aficionados. La iglesia y los templos eran casi los únicos espacios de difusión de aquellas obras de los creadores europeos.


Tripolitania Bella, marcha del compositor ecuatoriano José H. Cárdenas. Ecuador, ca. 1915.Fuente: Archivo Sonoro de la Música Ecuatoriana, Conmúsica.

Marcha militar del compositor Andrés L. Comba, dedicada a la Cruz Roja Italiana. Guayaquil, 1918.Fuente: Archivo Sonoro de la Música Ecuatoriana, Conmúsica.
Juan Agustín Guerrero[4] menciona en su opúsculo Historia de la música ecuatoriana desde su origen hasta 1875 que en la primera mitad del siglo XIX ya constaban autores italianos de reconocimiento en el medio musical ecuatoriano[5]:

Cierto es que los nombres de César y Napoleón nos simpatizan por su valor y sus hechos; pero confieso que me gusta y quiero más al pobre fraile Guido de Arezzo[6], que metido en el rincón de su celda se ocupaba de arreglar las escalas de la música, escalas como la de Jacob que llegan hasta el Cielo, o como las leyes de Moisés, precisas, indestructibles y eternas. Sin César ni Napoleón el mundo y los hombres habríamos sido lo mismo, mientras que sin el fraile benedictino no habríamos tenido música en el templo, óperas en el teatro, ni concierto en los salones, y menos conocido el genio relevante de los Bellinis[7], Donizettis[8] ni Mercadantes[9]… (Guerrero, 1876: p. 4).
El arte lírico recibió una atención muy especial en los conventos católicos, en donde se constituyeron las primeras escuelas de formación musical y en donde se establecían competencias de mejor desempeño:
[…] el año de 1809 se oye en Quito el primer grito de la independencia americana, y en 1810 aparece el P. Mideros como fundador de la orquesta, estableciendo una aula de música, a manera de conservatorio, donde se enseñaba el canto y toda clase de instrumentos usados en aquel tiempo. […] (Guerrero, 1876: p. 10).
Establecida la orquesta en Quito […] empezó el choque entre los músicos antiguos y modernos, por que sí los primeros carecían de buena instrucción, los segundos, orgullosos de pertenecer a una escuela más adelantada, no querían confundirse con los otros, de lo que no dejaban de tener razón, porque los antiguos eran casi memoristas, mientras que los modernos estaban reunidos y se ejercitaban en el repertorio de música española y algo de italiano que el Padre se había podido proporcionar. (Guerrero, 1876: p. 20 )
De la música enseñada por el P. Mideros a sus discípulos, dice el mismo Guerrero, “no podemos decir sino que fue italiana, porque según nos lo ha asegurado un discípulo suyo, el P. Mideros fue educado en su mismo convento por un sacerdote llamado Fray Mariano de la Cruz, italiano de nacimiento y que fue a morir en su país” (Guerrero, 1876: p. 10-11).


Banda de Música del Instituto Don Bosco, ca. Años 20´s. El Director era el “Coadjutor salesiano y famoso maestro de banda, Rodolfo Belletti, a quien sus discípulos llamaban Papá Belletti”. Fuente: Archivo Sonoro de la Música Ecuatoriana, Conmúsica // Homenaje del Ecuador a Don Bosco Santo.
Hasta la época de la naciente República del Ecuador no se contaba con teatros formales, por lo que las actuaciones generalmente se realizaban en salones de colegios religiosos o en escenarios improvisados, a donde, ya entrado el siglo XIX llegaban los cantores de ópera y sus compañías de arte dramático en giras por las ciudades americanas. Eran los músicos transeúntes, quienes luego de sus presentaciones buscaban su próxima parada en el mapa. Uno que otro músico de las Compañías decidía quedarse y entonces, por su labor, la comunidad los nominaba hijos adoptivos. Es el caso de Antonio Neumane (corso, 1818 – 1871), compositor del Himno Nacional del Ecuador, quien llegó como director-concertador de la Compañía de Pablo Ferretti en 1842; Claudino Roza (portugués, ca. 1847-1931), director de la Orquesta de la Sociedad Filantrópica del Guayas; Angelo Negri (italiano, 1878-1947), dedicado a lo coral y a las funciones operáticas, autor de una fantasía ecuatoriana; Agustín de Azkúnaga (español, 1885 -1957), compositor del Himno a Quito; Jaime Manuel Mola (español, 1918-1991), fundador del Instituto Interamericano de Música Sacra o Domingo Brescia (1866-1939), italiano de quien hablaremos luego más ampliamente. Neumene, Roza, Negri y Azkúnaga fallecieron en nuestro país.

Entre las compañías italianas que actuaron en nuestros teatros hay que nombrar a La Lambardi, La Lombardo; por dos ocasiones La Bracale, ésta última dirigida por Antonio Padovani, trajo en 1921 a la soprano de fama mundial Rosina Storchio (Yánez, 2005: p. 98), época en la que nacía también el comentario artístico, incipiente inicio de la crítica a las actuaciones de las compañías. En los sectores ciudadanos la presencia de las compañías dramáticas era de tal trascendencia que muchas veces se pedían a éstas que inauguren teatros o protagonicen eventos oficiales, como sucedió con la apertura del Teatro Nacional Sucre (1887). Sus integrantes marcaban también un influjo en el modo de cantar y en la divulgación de los repertorios del género (Il trovatore, Rigoletto, Aida, La traviata, El Barbero de Sevilla, etc.). Si escucháramos los primeros discos de pizarra grabados en el Ecuador en las primeras décadas del siglo XX notaremos el esfuerzo de nuestros cantantes por emular los estilos líricos europeos, inclusive cuando cantan pasillos, yaravíes u otras canciones locales[10]. Todo esto conllevó a que entre nosotros también se conformaran compañías nacionales, que enfrentadas a la dificultad de mantener empresas de esta magnitud no llegaban a consolidarse sino descontinuadamente.

Siempre habrá que tomar en cuenta las implicaciones que tenía el traslado de las compañías dramáticas en nuestras ciudades, en algunos casos se podría hablar de hazañas heroicas por la movilización de personas, equipaje, vestuarios, escenografías, cuyo traslado solo se vio moderadamente más cómodo a partir del funcionamiento del ferrocarril; a partir de entonces las visitas de las compañías se hicieron más comunes, pero mientras ello ocurría el traslado se tornaba en proeza por las condiciones naturales agrestes y hostiles que existían en el paso de las ciudades ecuatorianas. No siempre les iba bien en sus presentaciones, muchas veces el gobierno tuvo que asistirles económicamente para su retorno.

Estas fueron las circunstancias iniciales en que hombres italianos pasaron por estos territorios. Algunos dejaron una huella indeleble en los espacios relacionados a la música, quizá, mucho más aquellos que se vincularon a la docencia musical. Cuenca tuvo la actividad múltiple de un religioso, músico, maestro, cinematógrafo entre otras actividades en el Padre Carlo Crespi (1889-1982). A Guayaquil llegó en 1932, con la Compañía Lea Candini, Angelo Negri Fracchia, motivador de solistas vocales y coralistas, empujando el montaje de óperas. En Riobamba Antonio Fusarini (Paderno de Asolo, 1848- Guayaquil, 1912), organizó una banda musical dentro de los propósitos de los salesianos, quienes también trajeron al compositor Giacomo Costamagna (1846-1921) y a otros religiosos entendidos en música, que era divulgada a través de sus obras, en la conformación de pequeñas orquestas, bandas, oratorios festivos, en colegios, misiones y en la educación inicial de algunos músicos. Segundo Luis Moreno (1882-1972) es ejemplo de ello, el gran musicólogo ecuatoriano, cuando niño, fue solista de un coro formado por salesianos en su tierra natal. La labor salesiana se extiende hasta nuestros días a través de los escritos de César Bianchi con su descripción de instrumentos musicales de la Región Oriental y de la magnífica colección de trabajos de Siro Pellizzaro que recoge mitos y cánticos de la cultura Shuar.

Sin embargo no fue hasta cuando se fundó el primer Conservatorio (1870), en la presidencia de Gabriel García Moreno, que planificadamente se contrataron profesores italianos para que rijan la educación musical. Vinieron, en 1872, como director del plantel Francisco Rosa; como maestro de flauta Pedro Traversari (1838-1903); de trombón Antonio Casarotto; como maestro de canto Vicente Antinori; y de órgano Fabio Petris en 1875. Este organismo se mantuvo abierto hasta 1877, cuando por falta de recursos se decidió cerrarlo. Antes de su clausura se separó a los músicos italianos arguyendo que con ello se permitía alguna economía en el presupuesto, suspendiendo el pago de sueldos a extranjeros.

En aquella primera etapa se formaron músicos quiteños como Aparicio Córdoba[11] y Carlos Amable Ortiz[12], ambos compositores de trascendencia en el último tercio del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX. El literato Celiano Monge en uno de sus escritos recuerda que estos músicos junto a los italianos contratados para el Conservatorio eran parte de la sonoridad de los barrios quiteños y que participaban de nocturnas serenatas:
Aunque no de los principales el barrio de Santa Catalina, era en 1873 el que más sonaba, á consecuencia de que un núcleo de músicos artistas vivía en esa antigua sección de la Capital de los Shyris […]
No muy lejos Traversari y Casaroto, italianos contratados para el Conservatorio de música, enloquecían á los moradores de la casa Nº 13 y a los transeúntes con los aires clásicos de flauta y barítono, en que se apoyaba á veces la voz de Antinori, cuya fama de tenor había atravesado los mares […]
[…] Levoiyer, que atraído por el compañerismo, fijó su domicilio cerca del “Chorro”, era con Jurado y Banda de los más populares por su inclinación invencible á las serenatas, que, dicha sea la verdad, sabía darlas para contento de las muchachas bonitas y fastidio de los padres de familia. (Monge, 1899).
Una segunda oleada de músicos italianos se produjo al iniciar el siglo XX, con Eloy Alfaro como Presidente de la República, cuando se fundó nuevamente en Quito un Conservatorio de Música y se contrataron así mismo a músicos italianos para que lo dirijan. Los países de contacto para traer a estos músicos fueron Chile y Perú nos lo dice el musicólogo norteamericano John L. Walker (2006). A principios del año de 1900 llegó el compositor Enrico Marconi (1852-1903) como director fundador del nuevo Conservatorio de Música. En 1901 en su Informe de labores, Marconi indicaba que el número de alumnos que inauguraron las actividades del plantel musical capitalino en su primer año de funcionamiento, era de 130 alumnos (90 hombres y 40 mujeres) y solicitaba al Ministerio del Ramo se dé atención a algunos pedidos para que el Conservatorio pudiera cumplir cabalmente sus objetivos: “1º Darnos una casa independiente y adecuada para el establecimiento. 2º Hacer el nombramiento de los profesores propuestos y 3º Que se ordene el inmediato despacho del instrumental y repertorio completos” (Marconi, 1901). Solo tres años estuvo frente a la Dirección del plantel, sin embargo sus coetáneos señalaban sus dotes en la enseñanza musical: “tus conocimientos y la finura exquisita de tu trato te granjearon compañeros de labor adictos, discípulos entusiastas por tu nombre y amigos reconocedores de tus nobles prendas” (Traversari, 1903: [p. 1]). Falleció en Quito en 1903.

Entre el profesorado italiano, además de Marconi, quien dictaba clases de canto, piano superior, fuga y composición, estaban Pedro Traversari (padre), flauta, oboe, clarinete y fagot; poco después arribó Ulderico Marcelli (1882-1962), a cargo de las clases de violín y trompa; luego, Ugo Guissepe Gigante (1885-1961), profesor de violín; y, entre los ecuatorianos cabe destacar al quiteño Pedro Pablo Traversari Salazar, hijo de Pedro Traversari, como profesor de teoría, solfeo e historia de la música y subdirector.

Las reacciones de nuestra población ante la visita de un extranjero siempre fue hospitalaria, sobremanera condescendiente. Extranjeros eran los principales profesores de ciencias, de artes, eran directores de las bandas militares, de las escuelas de música y hasta, admitiendo el contrasentido, extranjeros fueron quienes hicieron los primeros Himnos Nacionales en muchas partes de América. El peso colonizador dejó resentida la autoestima del americano; el discurso de la civilización y belleza venían ciertamente desde Europa como eje de desarrollo estético y ético.

Promoción de una de las tantas Compañías que llegaron a nuestro país. Guayaquil, 1922. Fuente: Archivo Sonoro de la Música Ecuatoriana, Conmúsica.

En lo musical hubieron -aunque escasas- reacciones frente a los extranjeros. De ello nos dan cuenta unas pocas hojas sueltas en torno a la música y a los músicos extranjeros de principios del siglo XX. Algunos músicos, a quienes les había costado sobrellevar su actividad, veían una amenaza en los músicos foráneos. Aunque bien creían que la presencia de estos profesores era necesaria siempre y cuando se escogiera entre aquellos cuya conducta estuviera “garantizada por el honor, y cuyos conocimientos sean muy superiores a los de los hijos del país, de otro modo es aminorar las rentas de la nación y entorpecer las aspiraciones de los hijos del país (Guerrero, 1876: p. 46).

Más tarde se hicieron eco de esas apreciaciones otros músicos nacionales que no sentían respaldo alguno, “luchando solos contra la fiereza del Destino, y condenados á purgar el grande crimen de haber nacido en el Ecuador”. No les parecía justo que los músicos locales no recibieran nombramientos directivos en los centros educativos.

En julio de 1901 se imprimen las hojas sueltas (Nuevo escándalo y Por nuestros artistas nacionales) en contra de los profesores italianos; la primera estaba firmada por el genérico de “Quiteños”, de donde transcribimos un extracto.

Había estado reservado [el salón del Congreso ecuatoriano] á los señores Marconi, Traversari, y demás familia, profanar el recinto que los ecuatorianos estimamos como sagrado, las salas del Poder más alto de la Nación, dando en ellas un concierto de música ratonera, principiado con un discurso por demás vulgar y desmazalado, y dicho con relación de ciego.
Deben saber los señores en referencia, que los salones del Congreso no han de servir para que cantantes y músicos ramplones se exhiban ejecutando trozos que, en fuerza de ser tarareados por nuestros granujas, son trivialísimos, hasta el extremo de ser rechazados en los fandangos y bailetes más despreciables…
Ojalá, también, resulte verdad él que los músicos italianos, convencidos, de su nulidad artística, hayan resuelto desocupar el lugar é irse con su música a otra parte; pues maldita la falta que han de hacer, desde que nuestros compatriotas, aunque no se apellidan Talini o Cuantini, Zutanini o Menganini, se bastan para ponerse al frente del Conservatorio Nacional de Música y Declamación. (Quiteños, 1901).

En agosto de 1901 aparecía la hoja suelta de réplica “Músicos y músicos”, firmada por “Imparciales”:
El elemento extranjero en un país es el primer factor del progreso, y no es por supuesto la China, á pesar de su civilización propia, la nación que ha alcanzado mayor progreso con su célebre muralla, no, son las naciones que han abierto sus puertas al comercio intelectual y material de los pueblos las que mayor engrandecimiento han conquistado. Los EE.UU. de América en el Norte, y la Argentina y Chile en la América del Sur, nos lo están probando con su grandeza y su cultura.
Vuestro amo y Señor García Moreno, amaba como el que más el elemento extranjeros con una pequeña cortapisa: el extranjero para gozar de garantías y regalías en el Ecuador tenía que llevar sotana ó comulgar por Pascua florida, con estos requisitos podía estar como el pez en el agua; nosotros no, le dejamos á cada alma con su palma. Vosotros odiáis el elemento extranjero, porque creyéndoos en el pináculo del saber teméis que quede de manifiesto vuestra ignorancia; nosotros por el contrario queremos luz para el pueblo, y la luz la aceptamos de donde diname. Vosotros buscáis al extranjero, lo compráis para formar pelotones de mercenarios y los enviáis á ensangrentar y talar el suelo ecuatoriano; nosotros llamamos, al sabio y, le franqueamos el tesoro de nuestras riquezas naturales para que conozca el mundo las exhuberancias de nuestro suelo, la maravillosa riqueza de nuestra zona. Nosotros acogemos y brindamos delicada hospitalidad á las Comisiones científicas que vienen al Ecuador á resolver grandes problemas, como contribuciones definitivas á los portentosos adelantos de la humanidad; vosotros protegéis una lechigada de farsantes que so color de tener la administración de bienes pertenecientes al estado, las graban con fabulosas hipotecas á favor del primer par-venu (extranjero de los de vosotros) que se presta al más ridículo y tonto de los embustes imaginables.
Esto es lo que pasa respecto a extranjeros entre nosotros, detestáis a los que valen, a los que son provechosos para el país, a los que vienen en nombre del evangelio de la humanidad: la verdad, la razón y la justicia, a los que nos traen el contingente de su ciencia, su industria y su riqueza y acaparáis al consumidor improductivo, al mano muerta, al miserable enganchado que son ruina y muerte de la patria... (Imparciales, 1901).
Las situaciones xenofóbicas no solo corresponden a países desarrollados, también suelen darse, aunque no en las mismas magnitudes, con “los extranjeros”, a los que no se los signa de migrantes, ni siquiera –incluso cuando es el caso- de ilegales, como suele suceder en cambio con los americanos o africanos, a quienes se los agrede, estigmatiza con distinciones denigrantes, o se los rechazada en planos laborales en otros países.

Sin duda, no todos los músicos extranjeros que llegaron al país tenían la misma percepción y sensibilidad para con las sonoridades que encontraron en estos lugares. Claro que muchos no tenían por qué tenerla, pues eran pasajeros de escala, artistas en gira que iban de paso, con un material ya montado; venían esencialmente a ser escuchados, no a escuchar. Aquellos que sobrepasaron esas intencionalidades, los que supieron realmente re-afinar su oído, comprendieron que lo mejor que podía hacer un hombre de lejanos terrenos como contribución a la sociedad en la se afincaban era inter-aprender sus músicas.

Fue importante para la identidad emergente de la música académica ecuatoriana la participación de aquellos músicos extranjeros que se dejaron seducir por nuestro país. Algunos de ellos, tienen un mayor reconocimiento aquí en su segunda patria, que en la suya propia. El encuentro de culturas sonoras diferentes caló en varios músicos, dando lugar a que emergiera aquella propuesta conductora del nacionalismo musical ecuatoriano, el cual tiene entre uno de sus principales promotores a un italiano: Domingo Brescia.

Brescia vino desde Chile, donde tenía el cargo de Subdirector del Conservatorio y profesor de composición; fue llamado en 1904 por el gobierno alfarista para hacerse cargo del Conservatorio de Quito. La música indígena le impresionó de tal manera que creó varias obras sinfónico-corales en base a materiales de las comunidades autóctonas. El musicólogo Segundo Luis Moreno, quien se contaba entre sus discípulos comenta que Brescia trabajó con varios materiales vernáculos y que los llevó a planos sinfónicos, lo cual implicó reacciones de asombro y admiración en el medio social. Sobre una de aquellas presentaciones, en 1909, de una cantata de Brescia, escribe Moreno:
“Esta composición fue una nueva muestra de música nacional tratada por un maestro de la talla de Brescia: música sentimental, bella, variada, que puede llegar a la altura de la nacional rusa de ‘los cinco’, a cuya escuela debiéramos de enderezar nuestros pasos, si honradamente queremos hacer arte nacional, o a la de los maestros españoles contemporáneos.
“Como el edificio de la Exposición careciera de sala de conciertos, se había hecho, de madera, uno como tinglado en que se colocaron el coro y la orquesta. Esta fue incrementada con la de la compañía de Opera ‘Lombardi’ que viniera contratada de Italia para una temporada en la Capital, con motivo de los festejos del antedicho Centenario. Fueron solistas en la susodicha cantata las profesoras señora Josefina Veintemilla y señorita Hortensia Proaño, y la alumna señorita Carmela Mata. El coro fue a cuatro voces mixtas.
“La cantata Renacimiento, obra magnífica, fue admirada y muy aplaudida por los artistas de la compañía de ópera y por las personas cultas que estuvieron presentes a escucharlas en el Palacio de la Exposición”.
Es realmente significativo el hecho de que Domingo Brescia, el más distinguido compositor y maestro italiano que estuviera en el país entre 1904 y 1911, diera a la música indígena una atención especial, en una época en que esta manifestación sonora no era considerada en las perspectivas artísticas y académicas; demostró a nuestra comunidad incrédula, que la música indígena era una fuente de arte y belleza. No solo habrá que valorar sus capacidades de maestro y de músico competente sino y sobre todo reconocer que potenció a una de las fundamentales generaciones musicales nacionalistas que tuvo el Ecuador en la primera mitad del siglo XX. Fueron sus principales discípulos[13] Segundo Luis Moreno y Francisco Salgado Ayala, quienes contribuyeron a establecer parámetros teóricos y postulados que marcaron el desarrollo de la música ecuatoriana. Brescia tuvo la suficiente sensibilidad para encontrar en la música ecuatoriana un rico potencial; a partir de entonces, gracias al ejemplo del maestro italiano, continuaron aflorando similares intentos en las siguientes generaciones de compositores nacionalistas.


Segundo Luis Moreno indica que el 10 de Agosto de 1909, para la inauguración de la Exposición Internacional, conmemorativa del Centenario del Primer Grito de Independencia sudamericana dado en Quito el 10 de Agosto de 1809, el Conservatorio Nacional ejecutó una cantata del Maestro Brescia -con versos del doctor César Borja-, composición desarrollada íntegramente sobre la modalidad musical indígena-ecuatoriana. La foto nos reproduce aquel momento. Fuente: Archivo Sonoro de la Música Ecuatoriana, Conmúsica.

La música también es una forma de viajar, de conocer y aprender. Existe lo que se denomina tiempo y espacio musical que se producen cuando estamos audicionando una obra y perdemos las clásicas nociones espaciales y temporales, trasladándonos en las sutiles alas sonoras. Así la música que llegó con flamencos, españoles, italianos, franceses y otros músicos viajeros nos permitió conocer musicalmente otras culturas. Y aquellos, de ultramar, que supieron aprender de nuestra música, pudieron “descubrir” y crear nuevos mundos sonoros. Esta nueva perspectiva les permitió producir nuevas obras y conceptos, juntando sus elementos con los que habían hallado, ése fue su gran descubrimiento y aporte.

Quizá la premisa de “viajar es aprender” fue debidamente asimilada por Brescia y por aquellos extranjeros que demostraron interés en empaparse y ser parte de la historia de la música de nuestro país. Por eso el nombramiento de hijos adoptivos es un título merecido que debe perdurar más allá de su muerte, reconociendo y recordando su notable labor.


Partitura del pasillo Ilusión quiteña, compuesto por el italiano Sante Lo Priore en la ciudad de Quito- Ecuador, 1915. Dar click en las imágenes para imprimir o ver en formato grande (4 páginas).








Resumen de músicos italianos en Ecuador

Siglo XIX


Fray Mariano de la Cruz
Italia, s. XVIII- s. XIX. Maestro de música en el convento de San Agustín en Quito. Entre sus discípulos estaba Fray Tomás Mideros y Miño, quien organizó en 1810 una escuela de música en Quito.

Francisco Rosa
Italia, s. XIX.
Director del primer Conservatorio Nacional de Música fundado en el gobierno de Gabriel García Moreno. Llegó en 1872.

Álbum de obras de Francisco Rosa.

Vicente Antinori
Italia, s. XIX. Profesor de canto en el primer Conservatorio.

Fabio de Petris
Italia, s. XIX- s. XX. Profesor de órgano en el primer Conservatorio de Quito. Organista y pianista. Fue a Chile contratado como director de la orquesta de la Compañía Lírica en la temporada de 1876. Entre sus obras se apuntan Viva Chile, 1909,Al Cristo vencedor, cantata; Viva Riesco.

Una obra de Fabio Petris.

Pedro Traversari
Italia, s. XIX- s. XX. Profesor en el primer Conservatorio de Quito (su ficha más amplia en el siglo siguiente)

Antonio Casarotto
Italia, s. XIX- s. XX? Profesor de trombón en el primer Conservatorio de Quito.


Artemio Bernardi
Italia s. XIX- Lima, 1917
Director de Banda. Estuvo a cargo de la Banda del Batallón No. 2°. de Infantería, en tiempos del Presidente Flores Jijón, la cual iba a representar al Ecuador en la Exposición Universal de Chicago, pero el viaje de la banda no se concretó por falta de fondos.


A. Bernardi. Foto: Conmúsica.



Italianos que actuaron en el siglo XX
Enrico Marconi Rusconi
Mántova, Italia, 21 junio, 1852 - Quito, 28 agosto, 1903.

Enrico Marconi. Óleo.
Pianista, profesor de canto y compositor. En Chile fue director de coros del Teatro Municipal de Santiago y profesor en el Colegio San Ignacio. Fue contratado en el gobierno de Eloy Alfaro para dirigir el refundado Conservatorio Nacional de Música en Quito. Marconi y su hermana Clementina, contratada como profesora de canto y piano, llegaron desde Chile en 1900. Marconi fue pianista, maestro de canto, director de conjuntos instrumentales, director de coros y compositor. Desafortunadamente la única obra que hemos podido registrar es su Imno trionfale alla musica, para coro y orquesta. En el Informe del Conservatorio de 1901 consta su sueldo, que era de 250 sucres; y su contrato era para dictar piano superior, canto, órgano, armonía y composición. También, por encargo del gobierno, hizo la transcripción del Himno Nacional del Ecuador, para la edición realizada por la Casa Ricordi en 1901; transportó la composición en tono y medio más bajo. Organizó el grupo orquestal del Conservatorio e inició la enseñanza de la armonía en ese plantel. En Chile han registrado sus obras Colón el marinero (barcarola), 1886; A Chile venid compañeros, 1887; Plegarias; Quis ascendit. En una nota adosada a una de sus partituras alguien escribió: “Marconi, profesor del colegio, murió de pena en Ecuador “por haber sido víctima de una estafa considerable”.

Ulderico Marcelli
Roma, Italia, 3 octubre, 1882- Los Ángeles (EEUU), 17 agosto, 1962

Ulderico Marcelli y su familia, en Quito. AHMCE.
Compositor, cornista y violinista. Poco después de la fundación del Conservatorio Nacional de Música en Quito, en 1900, fue contratado para dictar clases de violín, viola y trompa. En Chile con el profesor Varalla y luego en Quito con Domingo Brescia perfeccionó sus estudios musicales. Publicó en la revista La ilustración ecuatoriana, en 1909, sus composiciones para piano: En el lago y Gavota. En un contrato de julio de 1908 se asienta que Ulderico Marcelli “por su propio derecho y como representante legal de su legítima esposa la Sra. Clementina Marconi de Marcelli, han convenido en celebrar el presente contrato […]”: “1. El Sr. Marcelli se compromete a desempeñar en el Conservatorio Nacional de Música, las clases de violín, viola y trompa con un total de veinte horas semanales y su Sra. esposa las de piano y canto (curso inferior) con un máximum de diez y ocho horas semanales de clase”. Su sueldo según este documento sería de doscientos sucres para Marcelli y de cien sucres para su esposa, además tendrían por falta de la parte contratante, el derecho a recibir el valor del pasaje de Quito a Santiago de Chile o su equivalente para trasladarse a cualquiera otro país. En 1909 aparece como contratista de una Compañía de ópera, la cual venía a Quito dirigida por Antonio Rupinck. En 1910 fue reemplazado como maestro de violín por Ugo Gigante. En 1914 llegó a California (EEUU), en donde continuó sus actividades musicales. Hizo la música de varios filmes.

Domingo Brescia
Italia, 1866 - San Francisco de California, 25 de marzo, 1939.

El italiano Domingo Brescia y una de sus obras. Archivo Sonoro de la Música Ecuatoriana, As.


Compositor y pedagogo. El 25 de mayo de 1904, Brescia, presentó su dimisión al cargo de subdirector en el Conservatorio de Música de Chile. Aunque el Ministro de Instrucción Pública de ese país decretó: “No a lugar a la solicitud de renuncia presentada al Gobierno por don Domingo Brescia de los cargos de subdirector, profesor de armonía y composición, conjunto vocal e instrumental del Conservatorio Nacional de Música”; el italiano insistió y junto con su esposa Emma partió hacia el Ecuador, al ser llamado por el gobierno para conducir el Conservatorio Nacional de Música de Quito. Brescia fue director y profesor en el Conservatorio; dictaba las materias de armonía, composición, contrapunto y fuga, que habían quedado vacantes desde la muerte del italiano Enrico Marconi, anterior director del plantel.

Su discípulo Francisco Salgado Ayala (1880-1970) escribió en uno de sus artículos en torno a Brescia: “… pude entonces conocer al maestro Domingo Brescia, quien dictaba las clases de Composición Musical, especialidad que cursó en el Conservatorio de Milán, en donde había obtenido el título de ‘Maestro de Armonía, Contrapunto, Fuga e Instrumentación’. Y como hay en Italia, para el compositor, un escalón más elevado, el de ‘Maestro de Alta Composición’, consistente en el estudio de la Estética musical y la práctica de todas las formas de Composición instrumentales: trío, cuarteto, overtura, preludio y poema sinfónicos, sonata instrumental y sinfonía; y de las líricas: cantata, oratorio, romanza, ópera ..., llegó también a franquear esta suprema especialidad y obtener el título de ‘Maestro de Alta Composición’, con dos de sus obras: Sinfonía para grande orquesta y una ópera en tres actos, tesis de grado. […]

“A las clases de Armonía, ler. año, concurríamos como 40 alumnos; entre éstos, profesionales ya de prestigio, como el maestro Abelardo Guerra, autor de una Teoría Elemental de la Música. Pero a medida que ascendía la teoría armónica científica y la indispensable e inherente práctica de realizaciones acórdicas a 4 y más partes reales, iban, en los años subsiguientes, derrotándose los alumnos. Y al fin del año lectivo cuando nos presentamos a rendir “el último curso” de Armonía, según tesis de realizaciones melódicas y armónicas, no pasamos de diez alumnos. Los que después de la Armonía, acometimos el estudio del Contrapunto, éramos tan sólo seis alumnos: maestro Abelardo Guerra, Segundo Luis Moreno, Pedro Noroña, Leonidas Maya, Ramón Velásquez y el que escribe. Mas, cuando ascendimos a la práctica de la Fuga, fugaron todos los restantes, menos Segundo Luis Moreno y Francisco Salgado A.

“Fueron estos dos estudiantes con quienes el maestro Brescia emprendió en la enseñanza de la ‘Alta Composición’”.

Permaneció en el país hasta 1911, fecha en la que tuvo que salir abruptamente tras la caída del gobierno alfarista. Posteriormente se estableció en la ciudad norteamericana de San Francisco de California, donde siguió enseñando y componiendo.

Francisco Salgado consideraba que: “Año, tras año de su permanencia de Director en el Conservatorio Nacional, [recogió] música autóctona y mestiza ecuatoriana, escribió sinfonías, en las cuales palpitaban células de sangre ecuatoriana. A los alumnos nos hacía escuchar, ejecutándolas el mismo al piano. Estas Sinfonías habrían honrado la Biblioteca del Conservatorio Nacional si se hubiese conseguido retenerlas allí. Pero por la precipitación con que los Señores Revolucionarios del 11 de Agosto procedieron en despacharle del Ecuador, se privó el Arte Nacional de obtener esas obras que habrían servido para orientar técnica y estéticamente a los compositores ecuatorianos, quienes por entonces luchaban ya por abrirse surco hacia una música propia, nacionalista culta”.

Pocas obras, y de modo indirecto, se han llegado a conocer de este compositor, entre ellas: Sinfonía ecuatoriana, que fue estrenada en 1907 en el Teatro Sucre; Canzonetta, para piano; Berceuse, para violín y piano, la Opera Salinara, compuesta en 1900; American Quintet for piano and strings, 1924; Minuettino en la mayor, para piano; Cuánto tarda y Sotto la piante erravo, romanzas para canto y piano. Se sabe además que se proponía editar un volumen con 100 fugas.

Segundo Luis Moreno, testigo presencial, nos relata sobre algunas de las obras de Brescia que se presentaron en la capital: “En la de clausura del curso escolar 1906-7 hizo ejecutar por la orquesta, en el salón del teatro ‘Sucre’, unas variaciones, que después sirvieron de primer tiempo a la Sinfonía rapsódica, que presentó a la Exposición Internacional de Roma, en 1911, y mereció primer premio.

“Cuando en la velada se escucharon las ocho variaciones de Salve, melodía religioso-indígena de solamente ocho compases en dos por cuatro, la gente culta de la Capital se dio cuenta -por primera vez- de que la música autóctona del Ecuador, en manos de artistas de verdad, puede alcanzar las más elevadas regiones del género sinfónico y del romántico popular. Fue una verdadera revelación en el campo del Arte […].

“El maestro Domingo Brescia fue el primero en escribir música nacional ecuatoriana, y las variaciones que aquí damos cuenta, la primera manifestación artística de su valía como elemento. A él le corresponde, pues, la hora de haberla iniciado y fomentado, indicando claramente la ruta que debe seguir. Antes de él nadie había sospechado siquiera que la música indígena tuviera algún valor para el arte.

“El 25 de julio de 1908 se ejecutó en el teatro ‘Sucre’, como tercera parte de un concierto del Conservatorio, la cantata Ave Labor para soprano, contralto y bajo, coro a cinco voces mixtas y orquesta, compuesta por el maestro Brescia -con versos de Luis F. Veloz- para solemnizar los festejos de la llegada del Ferrocarril a Quito. Bella composición, de estilo severo y grandiosas ideas, correspondía a maravilla al objeto dedicado, y satisfizo ampliamente a la brillante concurrencia que a escucharla acudiera. […]

“El 10 de Agosto de 1909, para la inauguración de la Exposición Internacional, conmemorativa del Centenario del Primer Grito de Independencia sudamericana dado en Quito el 10 de Agosto de 1809, el Conservatorio Nacional ejecutó una cantata del Maestro Brescia -con versos del doctor César Borja-, composición desarrollada íntegramente sobre la modalidad musical indígena-ecuatoriana. El preludio de esta cantata sirvió después de segundo tiempo a la Sinfonía rapsódica de la que hemos hablado ya anteriormente. […].

“La cantata Renacimiento, obra magnífica, fue admirada y muy aplaudida por los artistas de la compañía de ópera y por las personas cultas que estuvieron presentes a escucharlas en el Palacio de la Exposición”.

Brescia constituye uno de los primeros extranjeros que abordaron académicamente temas de música tradicional ecuatoriana, influyendo de esta manera en el nacionalismo musical del país. Gracias a sus consejos Segundo Luis Moreno se propuso recoger ejemplares de música indígena, que usó en sus conocidos estudios y publicaciones musicológicas, así como en algunas de sus composiciones. Según Jesús Vaquero: “Acechanzas ocultas y artificiosas fueron causa para que dejara este hábil y competente Director su cargo y se alejara de Quito con rumbo a Los Ángeles de California. En el Bohemian Club tuvo gran éxito, Sociedad que patrocinó un concierto en el que Brescia ejecutó su Rapsodia Ecuatoriana con el magnífico resultado de que la crítica lo aplaudió recibiendo felicitaciones personales y escritas, como las del compositor ruso Rachmaninoff, quien estuvo presente en ese concierto. Luego pasó a Oakland, cerca de San Francisco de California, donde en el Nills College, importante Colegio para muchachas millonarias pertenecientes a antiguas familias, desempeñara hasta su muerte, en 1939, la Cátedra de Composición musical y conjuntos de cámara”.

Pedro Traversari
Rávena, Italia, 1838 - Quito, 5 agosto, 1903.
Flautista y compositor. Fue contratado como profesor de flauta en el Conservatorio de Música fundado en Quito en el año de 1870. Su sueldo era de 140 pesos anuales. También fue llamado, en 1900, en la segunda fundación del Conservatorio, para que formara parte del profesorado.

En junio de 1903 un medio de prensa comunicaba que este músico se hallaba gravemente enfermo; además incluía una reseña de su actividad musical:

“Sigue gravemente enfermo este caballero que es Director General de las bandas de Música militares de la guarnición de esta capital [...].

“[…] de padres nobles y acaudalados; y cursó estudios de humanidades en el Instituto de aquella ciudad y los de música bajo la dirección del Maestro Badiali, mostrando tal aprovechamiento que a los diez años de edad era llamado al seno de la Academia Filarmónica [...].

“De simple músico ascendió hasta profesor y director del orfeón del regimiento Nº 23 de Infantería, y en 1868 obtuvo el diploma de maestro de bandas; ya para entonces era conocido en toda la Península y habiendo quedado vacante la Dirección de la Banda Nacional de Milán se la encomendaron.

“En 1871 satisfizo sus deseos de conocer el Nuevo Mundo, viniendo a Lima, en la Compañía de Ópera y Baile de la empresa Fuentes, como primer flauta y maestro de la banda; y en esa misma época el General Francisco J. Salazar, que era Ministro del Ecuador ante el Vaticano lo comprometió a que viniera a nuestro país, con el carácter de Director General de las Bandas de la República.

“Contrajo matrimonio en Quito, el año 1872, con la señora doña Alegría Salazar, hija del antedicho General; y captóse las simpatías del Presidente García Moreno y de la sociedad. Escribió muchas y bellas composiciones en tanto que estuvo radicado aquí; y dos polkas de las que es autor se hicieron populares; ‘El Colibrí’ y las ‘Coquetas de Quito’.

“Al subir al poder don Antonio Borrero ofrecióle aumentar el sueldo y prorrogar su contrato por más tiempo; pero Traversari rehusó la propuesta y partió con su esposa e hijos al suelo natal, más a su paso por Chile sus compatriotas lo hicieron desistir de su viaje y que quedase allí, donde fue profesor de música en varios colegios de Santiago y también de varias bandas militares y particulares.
“Balmaceda, conocedor de sus méritos le nombró Director General de Bandas, empleo que sirvió con laboriosidad: el introdujo en Chile las retretas combinadas o festivales que antes no se conocían [...]
“Hace tres años que vino por segunda vez al Ecuador, y desde entonces se halla de Profesor del Conservatorio Nacional de Música, junto a su distinguido hijo que lleva el mismo nombre, siendo estimado y considerado por la buena sociedad quiteña que ve en el señor Traversari un cumplido y honorable caballero.”.

Ugo Guissepe Gigante
Italia, 1885-1961


Ugo Gigante, maestro en el Conservatorio. Hizo una versión de la habanera
Van cantando por la sierra.
Violinista. Llegó al Ecuador a fines de 1910, contratado por cuatro años como profesor de violín en el Conservatorio Nacional de Música de Quito. Participó también como Director General de las bandas militares en la capital. “En el campo de la composición, es fecundo y de gusto estético admirable; los ecuatorianos le estamos gratos por haber dado impulso a la música popular, con estudios y variaciones, valiéndose del medio ingenioso de reproducción por medio de fonógrafo, para fijar las notas al papel, de cantos indígenas, que, nos asegura, serán reproducidos en Europa, como en propaganda del genio musical innato ecuatoriano”. Entre sus discípulos se señala a Pedro Noroña, Leonidas Maya, Raquel Arévalo, Manuela Gómez de la Torre, Luz María Negrete, entre otros.

Enrique Fósforo
[Italia], s. XIX- s. XX
Director de banda. Estudió en 1896 trombón en el Conservatorio Nacional de Santiago de Chile, con el profesor Betteo. En un contrato de 1902 se establece que Enrique Fósfero, de nacionalidad italiana, casado, mayor de edad, por disposición del Presidente de la República se contrata para “dirigir a las clases de instrumento de metal y percusión en el Conservatorio Nacional de Música y Declamación, con el mínimum de ocho horas semanales”. “[…] clase especial a los aprendices de música de Bandas militares acantonadas en esta ciudad”. Su sueldo era de 50 sucres mensuales y la duración del contrato era de cuatro años. También en 1915, a través del periódico El Día se comunica que la Banda del Regimiento Bolívar, dirigida por Fósfero, actuaría en una retreta.

Pedro Pablo Traversari Salazar*
Quito, 19 julio, 1874 - Quito, 6 julio 1956
Compositor y director de banda. Su padre fue el músico italiano Pedro Traversari, quien fue llamado por García Moreno para la fundación del primer Conservatorio de Música en Quito (1870-1877); su madre, Alegría Salazar, era hija del General Francisco Salazar. Después de iniciarse musicalmente con su padre, realizó sus estudios en la ciudad de Santiago de Chile, en donde estuvo radicado entre 1877-1900; cursó clases de flauta, contrabajo, violoncello, armonía y composición en el Conservatorio Nacional de Santiago, donde alcanzó el título de Profesor de Teoría estética e Historia del Arte en 1898. En 1900, en el gobierno de Eloy Alfaro, es contratado para formar parte de los profesores que refundarían el Conservatorio Nacional de Música de Quito. Del mencionado establecimiento musical fue, además, por tres ocasiones su Director. En 1908 se le nominó Director general de las bandas de música del Ejército; también fue director y profesor de la Academia de Bellas Artes de Riobamba (1927) y Director del Conservatorio de Música Antonio Neumane de Guayaquil (1928-1936, 1944).

Pedro Pablo Traversari, hijo del italiano Pedro Traversari y
la ecuatoriana Alegría Salazar.
Traversari fue becado a estudiar en Italia y que su regreso, organizó la Academia Beethoven, en la que consiguió integrar a los mejores instrumentistas de la capital; dicha academia terminó en agosto de 1911. En Roma hace una exposición pública de sus instrumentos musicales, que los había ido coleccionando desde su época de estudiante en Santiago de Chile.

Mucho antes, cuando se hallaba en Santiago, Traversari ocupaba varias actividades pedagógicas e investigativas. Traversari consideraba que un músico peruano -al parecer se refiere a Daniel Alomía Robles- se apropió de sus postulados referentes a la escala pentafónica: “ ... comenzamos esta tarea, tratándola por vez primera en el Ateneo de Santiago de Chile, en sesión pública de 1899, con la acogida favorable del prestigioso diario La Tarde y de otros periódicos, en los que consta el descubrimiento total del sistema Pentafónico en series de cinco sonidos descendentes particularmente dispuestos [...]”.

Traversari fue el creador del Museo de Instrumentos Musicales, que hoy lleva su nombre, en la Casa de la Cultura Ecuatoriana y redactor de las publicaciones El Arte y La Gaceta de Santiago en Chile (1897); y, de La Platea en Quito (1904). Sobre sus trabajos de tipo musicológico Traversari mencionaba, “... las obras que tenemos inéditas y prontas para su publicación, sobre motivos folklóricos de nuestra especialización, éstas son: Relación del Arte musical Indígena y popular de América (año 1903), Historia general ilustrada de la música indígena y popular de los países americanos, con sus tocatas, cantos, instrumentos, bailes, poesías folklóricas, etc. (1905); Investigaciones arqueológicas; Descubrimiento y reconstrucción del sistema genérico musical de los aborígenes y muy especialmente del Ecuador; y, Tratado de Musicología y Metodología del Folklore, sin contar con nuestros melodramas teatrales. Tratado práctico de teoría general de la música; Método ilustrado de caligrafía musical; Sinopsis de las relaciones de la escala general temperada; Historia general ilustrada de la música indígena y popular de los países americanos; Tratado de musicología; y, Tratado de folklore ecuatoriano, entre otras; lastimosamente la mayoría de sus escritos permanecen inéditos.

De su producción compositiva enunciaremos: 22 danzas de música indígena, Aires chilenos antiguos, Romances y cantos incaicos; una colección de cantos escolares; Canto a Bolívar, Himno pentafónico de la raza indígena, Himno del 24 de Mayo, Cumandá o La virgen de las selvas, La profecía de Huiracocha, Kizkiz o el último exponente del alma incaica, Los hijos del Sol y La Araucana; Poema de la raza vencida. Traversari formó parte de la primera generación de músicos nacionalistas ecuatorianos. Sobre su obra Nicolás Sloninsky afirmaba que: “Traversari ha escrito una Suite Sinfónica, Glorias Andinas, la que él dirigió en Quito el 14 de agosto de 1930, con ocasión del Centenario de la Independencia del Ecuador. Además, ha escrito varios ´Melodramas Indígenas´, cuyos títulos reflejan el folklore nativo: Cumandá o la Virgen de la Selva, La Profecía de Huiracocha y Kiskis o el último exponente del espíritu Inca. El estilo de su música se encuentra, enteramente, dentro de la tradición académica”.

* Por su ascendencia italiana y su aporte lo incluimos en el presente cuadro.

Sante Lo Priore
Italia, s. XIX- s, XX. Compositor y violinista que estuvo radicado por un tiempo en Guayaquil y Quito. Entre sus obras podemos consignar una marcha: Le retour apres la victoire, al Batallón Marañón; un pasodoble: Bodas de oro y tres pasillos: Ilusión quiteña, Rayos de felicidad , y ‘mos de hablar cholito. El pasillo ‘mos de hablar cholito, fue dedicado “Al Dr. Sixto María Durán Director del Conservatorio Nacional de Música de Quito. // Quito, 1915”.

Sante Lo Priore. Colección de B. Ortiz.
El compositor y violinista Carlos Amable Ortiz (1859-1937) en uno de sus cuadernos autobiográficos nos entrega referencias adicionales de Sante Lo Priore, escritas en julio de 1915. Este italiano, “un artista de tan grande talla” y con “alma de niño tímido y huérfano” –dice Ortiz- se presentó en Quito en diciembre de 1914, contratado por la empresa López y Rosales, la misma que no llegó a cancelar sus haberes y, peor aún, lo dejaron en la calle, pues a más de no pagarle, los contratistas fugaron hasta con el equipaje del músico. En esas circunstancias recibió la ayuda del músico Ortiz, quien le acogió en su casa por un par de meses. Priore posteriormente le escribió una carta de agradecimiento y le envío su retrato fotográfico. La estadía y la mano extendida que recibió en franca solidaridad de un colega no fueron olvidadas por Lo Priore, por lo que dedicó a Ortiz el pasillo Ilusión quiteña.

Angelo Negri Fracchia
Castellazzo-Alejandría, Italia, 22 agosto, 1878 - Guayaquil, 15 diciembre, 1947.
Director de orquesta, compositor y organista. Realizó sus estudios iniciales en Milán con el Maestro Piselli, Director del Conservatorio de esa localidad. Estudió luego órgano y composición con Antonio Cicognami en el Conservatorio de Pesaro. Terminados sus estudios musicales, fue nombrado Director de la Escuela de Música en Recanati y primer organista de la Catedral de esa ciudad.

Angeli Negri, hizo una gran tarea musical en el Guayas.

Después que la guerra terminó, organizó una agrupación coral con la cual recorrió Canadá y Estados Unidos. Más tarde, por un buen lapso de tiempo fue Director de la Orquesta Sinfónica de la Radio Belgrado en Argentina. En el año de 1930 aceptó el cargo de Director de la Compañía de Opereta Candini, con la cual efectuó una gira por Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Perú y Ecuador. Por hallarse aquejado de una dolencia cardiaca, los médicos le aconsejaron se radicara en una ciudad de clima tropical. Negri decidió quedarse en la ciudad de Guayaquil.

Desde 1932 inicia sus actividades en el Círculo Musical Guayaquil; luego se dedicó a la organización de la Orquesta Sinfónica y la Escuela Coral que pasaron a formar parte de la Asociación Musical Angelo Negri, cuyos estatutos se publicaron en 1937. En ese mismo año fue nominado Director del Conservatorio Antonio Neumane. Críticas a su administración y su admiración por Mussolini, le costó la separación del Conservatorio. Tras tesonero esfuerzo logró, por un lado establecer su academia Santa Cecilia y montar, con la ayuda de sus alumnos y músicos del Puerto, seis óperas: La Traviata, 1938; Las educandas de Sorrento, 1939; Sor Angélica, 1940; Cavalleria rusticana, 1943; I Pagliacci, 1944; Madame Butterfly, 1946; y, Marina, en su forma de zarzuela, 1942. Los años treintas y cuarentas, como vemos Guayaquil tuvo la oportunidad de contar con un talentoso y dinámico promotor musical que desafiando las situaciones propias del medio logró montar varias obras de magnitud, como no se vería en mucho tiempo.

Suites, misas, sonatas, y composiciones corales son parte de su caudal compositivo. Algunas de sus obras son: Ave María; Canción oriental; Confidencia; Desfile de amor; Fiorella (ópera); Fantasía ecuatoriana, sobre temas originales de J. C. Espinoza, ejecutada el 30 de octubre de 1937; Fantasía sobre temas de Daniel Armijos; Himno del Coro Santa Cecilia; Itoria de una Canarina(opereta); Los amores de la luna; Mi ciudad (himno); Mi bella luna; Remembranzas; Una bella luna. Su muerte se produjo, en un escenario guayaquileño, en momentos en que se hallaba dirigiendo un concierto.

Carlo Crespi Croci
Legnano, Milán, 29 mayo, 1891- Cuenca-Ecuador, 30 abril, 1982.

Padre Carlos Crespi, también fue músico.
Compositor y pianista. Profesó en la Congregación Salesiana en 1907 y se ordenó de sacerdote en 1917 en Padua, donde también se graduó en el Conservatorio de Música de esa ciudad. Llegó al Ecuador el 23 de abril de 1923, enviado como misionero y en 1926 se radicó en Cuenca. Crespi ofreció algunos recitales de piano en varios países. Organizó y dirigió una banda de músicos en Cuenca. Compuso un buen número de himnos y cánticos religiosos, entre ellos apuntamos: Campanas de Macas; 10 de Agosto (marcha); Gloria a Cristo; Himno del Primer Congreso Eucarístico de Cuenca; 9 de Octubre (marcha); Tomebamba (marcha); 24 de Mayo (marcha).




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Notas:

[1] Pedro Pablo Traversari Salazar. Quito, 1874-1956. Compositor nacionalista y musicólogo. Hijo del músico italiano Pedro Traversari. Autor de obras melodramáticas: Cumandá o la Virgen de la Selva, La Profecía de Huiracocha y Kiskis o el último exponente del espíritu Inca.
[2] Sixto María Durán Cárdenas (Quito, 1875-1947). Compositor. Formó parte de la primera generación de músicos nacionalistas. Cumandá (ópera), Leyenda incásica (fantasía), etc.
[3] Filemón Novoa Proaño. Cotacachi, s. XIX- s. XX. Compositor. Autor de varios melodramas: El príncipe Cacha, Quitomán, Cori, y Yaquela y Rumiñahui.
[4] Juan Agustín Guerrero Toro (ca. 1816- Quito, 1886). Compositor. Escribió La música ecuatoriana desde su origen hasta 1875 (Quito, 1876). De sus obras solo se conocen, la zarzuela El canto del llanero, un vals titulado 9 de Octubre, y el canto popular La cinta azul. Es el colector de las transcripciones musicales que Jiménez de la Espada publicó en Madrid en 1883 bajo el título de Yaravíes quiteños.
[5] En 1852, en discurso pronunciado por Pablo Bustamante, instructor de la Sociedad Filarmónica de Santa Cecilia en el seno de las Sociedades Democráticas, de Ilustración, de Miguel de Santiago y Filarmónica, pedía a nuestros músicos buscar inspiración en Rossini, Donizetti y Verdi (1984, p.19). El crítico y compositor Francisco Salgado (1880-1970), por su parte señalaba que en el país existían dos tendencias estéticas asumidas por los primeros compositores republicanos. La una era de tipo europeo que se sentía desde la época garciana, desde la cual se asentaba un carácter italiano y francés en la música de los creadores nacionales. La otra tendencia que se consolidó a principios del siglo XX fue la nacionalista.
[6] Guido d’ Arezzo (Guido Aretinus) (ca.. 995-ca. 1050). Autor de la denominación de las notas (ut, re, mi, fa, sol, la). Creador de un sistema de solmisación basado en la mano.
[7] Bellini Vincenzo (1801-1835). Compositor italiano.
[8] Donizetti, Domenico Gaetano (1797-1948). Compositor italiano.
[9] Mercadante, Giuseppe Saverio Rafaele (1795-1870). Compositor italiano.
[10] Es también interesante conocer que la pieza instrumental El churuchupa (sic. Curuchupa) (danza ecuatoriana) fue reproducida en discos de pizarra en Milán (Odeón Nº 37588. “Societa Italiana di Fonotipia”).
[11] Aparicio Córdoba (Quito, ca. 184? - 1931). Se le atribuye la habanera Van cantando por la Sierra. Compositor de obras de carácter religioso y popular.
[12] Carlos Amable Ortiz (Quito, 1859 - 1937). Compositor y violinista. Sus pasillos: Reír llorando y No te olvidaré, fueron muy difundidos.
[13] Algunos otros discípulos fueron Abelardo Guerra, Pedro Noroña, Leonidas Maya, Ramón Velásquez.

El Autor del artículo:
Fidel Pablo Guerrero Gutiérrez
(Quito, 1962-)
Investigador cultural. Ha escrito unos 20 libros, entre ellos constan la Enciclopedia de la Música Ecuatoriana y la biografía del músico y ensayista Juan Pablo Muñoz Sanz, las mismas que recibieron premios nacionales. Por casi treinta años se ha dedicado a la investigación histórica de la música en el Ecuador. Es fundador -y actual Director- de la Corporación Musicológica Ecuatoriana CONMÚSICA y del Archivo Sonoro de la Música Ecuatoriana.
Correo electrónico:musicadelecuador@gmail.com// web:ecuadorconmusica.com




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ADDENDA:
De uno de los cuadernillos manuscritos que dejó el músico quiteño Carlos AmAble Ortiz (1859-1937) , de aquel titulado: Cuaderno de curiosidades hecho por Carlos Amable Ortiz, t. 2 y fechado en Quito, 7 octubre de 1905, vamos a extraer la lista de los músicos italianos que él conoció en nuestro país. Algunos estuvieron solo de paso pues vinieron con las compañías líricas y otros se afincaron por algún tiempo.

Existen unas cruces(+)que Ortiz puso para señalar aquellos que han fallecido. En el segmento del saber tiene calificaciones que pasan por el Sobresaliente, Notable, Bueno, Regular y Malo.
“Músicos que he conocido como profesores en Quito, a la vez que su estado, su saber, su nacionalidad y lugar de nacimiento.


Pianistas:

Nombre Estado Saber Nacionalidad Nacimiento

Fabio de PetrisSoltero Bueno Italiano Roma

Francisco Rosa (+) Casado Notable Italiano Milán

Enrique Marconi (+) Casado Notable Italiano

N.* Barduci Casado Sobresaliente Italiano

N.* Llanoli Casado Sobresaliente Italiano

N.* Belani Casado Sobresaliente Italiano

Domingo Brescia Casado Bueno Italiano Roma

Clementina Marconi Casada Bueno chilena Santiago

Emma G. de Brescia Casada Bueno italiana Roma



Organistas

Fabio de Petris Soltero Notable Italiano Roma

Enrique Marconi (+) Casado Bueno Italiano



Harmonistas [debe referirse a los que tocaban el armonio]

Fabio de Petris Soltero Sobresaliente Italiano Roma

Enrique Marconi Casado Bueno Italiano


Cantores
Nombre Estado Saber Nacionalidad Nacimiento
Vicente Antenori (tenor) (+) Soltero Sobresaliente Italiano
Emma G. de Brescia (contralto) Casada Bueno Italiana Roma
Clementina M. de Marcelli (contralto) Casada Bueno Chilena Santiago
Madame de Rosa (tiple) + Casada Sobresaliente Italiana

Violinistas
Nombre EstadoSaber NacionalidadNacimiento
Ulderico Marcelli Casado Bueno Italiano Roma
José Ugo GiganteSoltero Bueno Italiano Brindise
Pedro RivotellaSoltero Regular Italiano
Sante Lo PrioreSoltero Sobresaliente Italiano Nápoles
Antonio Revagliati (+)Soltero Bueno Italiano
Rafael Revagliati (+) Soltero Bueno Italiano
Luigi Rocca Soltero Sobresaliente Italiano
N. Uriel Soltero Malo Italiano

Violistas
Domingo Brescia Casado Bueno Italiano Roma
Nelio Cecchi Soltero Bueno Italiano Roma
Uno que vino con la Ópera Lombardi Casado Sobresaliente Italiano

Violoncellistas
Nombre EstadoSaber NacionalidadNacimiento
N. Gabrielli Soltero Sobresaliente Italiano
Luis Piraccini Casado Sobresaliente
N. Taroni Casado Sobresaliente Italiano Roma
Cleopatra Chinsoli Soltera Sobresaliente Italiana Roma
Una que vino con la Ópera Lambardi Casada Sobresaliente Italiana Roma

Flautistas
Pedro Traversari (+) Casado Sobresaliente Italiano
Pedro P. Traversari S. Casado 2ª. vez Malo Ecuatoriano Quito
Arturo Carpineto Soltero Sobresaliente Italiano

Flautinistas
Pedro Traversari (+) Casado Sobresaliente Italiano

Oboetistas
Agusto Alciati Soltero Bueno Italiano

Clairontistas
Luis Cerato Casado Malo Italiano

Clarinetistas
Francisco Fantangusi Soltero Notable Italiano

Trombonistas
Nombre EstadoSaber Nacionalidad Nacimiento
Antonio Casaroto (+) Soltero Notable Italiano
Enrique Fósfero Soltero Bueno Italiano

Director de orquesta
Francisco Rosa (+) Casado Notable Italiano Milán
N. Gabrieli Soltero Bueno Italiano
N. Barduci Soltero Sobresaliente Italiano
N. Llanolli Casado Sobresaliente Italiano
Domingo Brescia Casado Regular Italiano Roma
Enrique Marconi Casado Bueno Italiano
Torcuato Bonarzi Casado Sobresaliente Italiano
N. Belani Casado Bueno Italiano
A. Padovani Italiano

Directores de banda
Francisco Rosa (+) Casado Notable Italiano Milán
N. Gabrielli Soltero Bueno Italiano
Pedro Traversari (+) Casado Bueno Italiano
Enrique Fósfero Soltero Malo Italiano

Directores generales de banda
Pedro Traversari (+) Casado Regular Italiano
José Ugo Gigante Italiano

Maestros de capilla
Nicolás Berdemelli (+) Sacerdote Bueno Italiano

Instrumentadores para banda
Francisco Rosa (+) Casado Sobresaliente Italiano
Enrique Fósforo Soltero Malo Italiano
Pedro Traversari (+) Casado Bueno Italiano

Instrumentadores para orquesta
Francisco Rosa (+) Casado Sobresaliente Italiano
Enrique Marconi Casado Bueno Italiano
Domingo Brescia Casado Bueno Italiano

Compositores
Nombre EstadoSaber NacionalidadNacimiento
Francisco Rosa (+) Casado Sobresaliente Italiano
Pedro Traversari (+) Casado Bueno Italiano
Domingo Brescia Casado Bueno Italiano
Enrique Marconi (+) Casado Bueno Italiano
Ulderico Marcelli Casado Regular Italiano Roma

Profesores desde 1870 hasta 1877
N. Lagomarzino (+) clase primera de piano
Francisco Rosa (+) clase superior piano y armonía
Fabio de Petrisclase de órgano y contrapunto
Vicente Antinori clase de canto
Madama de Rosas clase de canto
Pedro Traversari clase de viento de madera
Antonio Casarotoclase de viento de metal

Directores
[1903]
Enrique Marconi (+) clase superior de piano y armonía
[1904]
Domingo Brescia clase superior de piano y armonía

Profesores
Clementina Marconi clase de piano y canto
Ulderico Marcelli clase de violín y trompa
Pedro Traversari clase de flauta
Enrique Fósfero clase de trombón

En el año de 1904 que vino Brescia:
Emma G. de Brescia clase de piano y canto
Clementina M. de Marcelli clase de piano y canto
Por haberse separado Marcelli la mujer, Rosendo Gómez, Luis Sánchez… llamaron a José Ugo Gigante el año de 1911
José Ugo Gigante clase de violín y viola
Domingo Brescia clase de viola

En el año de 1911 que cayó el Gbrno. De Alfaro
José Ugo Gigante Profesor de violín
Enrique Fósfero Profesor de instrumentos de metal